sábado, 31 de julio de 2010

La verdad a medias

El pasado 21 de Junio celebramos, o al menos lo intentamos, una fiesta de despedida organizada por nosotros, los propios estudiantes, en un local de la Ciudad Condal. Tras varios meses de incesante búsqueda y desacuerdos entre nosotros mismos, encontramos un local que suplía nuestras necesidades a la perfección. Este local nos pedía que la fiesta debía estar aprobada por un adulto, padre/madre/tutor de alguno de nosotros, aceptando de esta manera un contrato. En dicho contrato quedaba prohibida la venta de alcohol, tabaco, drogas. También estaba estipulado que se nos ofrecería una cena. Todo esto por el maravilloso precio de 35 euros. Nosotros inocentemente firmamos. Veinticuatro horas antes de dicha fiesta, nos telefonearon diciendo que debíamos cambiar de local debido a un problema técnico. ¡Qué remedio!
Barri de la Bonanova, Barcelona, 20:00:

Llegamos al local todos vestidos inocentemente con nuestras mejores galas. ¿Qué nos encontramos? El local de 200m² no estaba por ninguna parte. Un simple bar, más que un bar se podría catalogar como un antro, un zulo. Primeramente nos hicieron esperar media hora media más debido a que se jugaba el partido de España-Honduras. Esperamos pacientemente. Media hora más tarde procedimos a entrar. El local que debería tener unos 25m² estaba ocupado por más gente a la cual intentamos echar comentándoselo al dueño del local, tarea imposible, y eso que era una fiesta privada. Nos trajeron la cena, si se podía considerar cena. Tres bandejas de 10 montaditos para 40 personas, yo no cené, igual que muchos de mis compañeros. Nuestro enfado era ya evidente, teníamos el sentimiento de que nos habían estafado. El encargado al ver nuestra situación nos ofreció un ponche de melocotón con “unas gotas de alcohol”. Nosotros aceptamos, inocentemente una vez más. Esto no acaba aquí, el hombre nos lanzó la oferta de vendernos alcohol, 1 chupito 3 euros, un vaso 5 euros. El alcohol volaba por el bar. Varias personas cayeron en estado de embriaguez. Dejando aparte de si debíamos comprar ese alcohol, vendieron alcohol a unos menores. No solo nos vendieron alcohol, incumplieron el contrato, expendieron tabaco, no hubo cena… La broma nos salió cara, más de 1.400 euros en total. Pecamos por jóvenes e inocentes, pero casi nadie de nosotros dijo nada a nuestros padres, a pesar de nuestro enojo y nuestras réplicas de que íbamos a tomar acciones legales debido a que se habían cometido varios delitos graves. Espero que lo ocurrido nos sirva como lección a todos.

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